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Médico ausculta a una paciente en su consultorio.

Ser mujer en tiempos de incredulidad médica

Por Antonella Schimio*

Para la mayoría de las mujeres en el mundo, es tristemente familiar encontrarse en un consultorio médico exponiendo algún tipo de malestar y ser rápidamente desestimadas por el profesional delante de nosotras. Las siguientes respuestas suelen ser comunes:

  • «Seguramente sea estrés», y no solicitar estudios para comprobar o descartarlo como causa.
  • «¿Cómo es tu vida personal? ¿Tenés pareja?», como si la preocupación por la salud física estuviese entrelazada con la situación sentimental de cada una.
  • O simplemente ignorar los síntomas descritos y recomendar algún hobby o alguna actividad física, como yoga o natación, «para relajar». 

Lamentablemente, debemos sortear doctores, recorrer la cartilla médica e inclusive acudir a centros privados o profesionales que nos han recomendado de boca en boca, con el fin de encontrar un diagnóstico que nos pueda llevar a una mejora de nuestra salud y vida en general. 

¿Por qué esto es así? La respuesta sencilla sería pensar que es simplemente resultado de la misoginia inculcada en nuestra sociedad. Aquella que determina que las mujeres somos por naturaleza sensibles, exageradas e «histéricas». La respuesta compleja sería añadir también que muchos profesionales hombres fueron capacitados para actuar de una forma fría, para analizar síntomas aislados y para desconfiar de las percepciones de las pacientes.

Este tipo de relación de incredulidad entre paciente y profesional conlleva una gran cantidad de problemas. Por un lado, la demora en el diagnóstico de patologías que podrían empeorar con el tiempo, así como la baja en la calidad de vida de la paciente hasta que eso suceda. Por otro lado, las consecuencias psicológicas también deben considerarse: el cansancio que produce recorrer decenas de consultorios solo para recibir respuestas vagas, la desestimación de los síntomas sufridos o la puesta en cuestionamiento de aquel malestar. Estos son elementos que pesan en la consciencia y que pueden provocar la postergación de nuevas consultas. 

Desde el plano personal, mis propias experiencias me han llevado a confirmar estos estereotipos. A partir de una consulta por bajas de presión regulares, un cardiólogo me indicó ir a terapia ya que soy una mujer joven y seguramente me iban a dar bien los estudios que el médico clínico indicó. No solo me encontré con una inmediata desestimación del problema que estaba describiendo —ya que asumía que mis problemas de presión eran «normales» sin siquiera haber realizado el estudio necesario para afirmarlo— sino también que la justificación ante su respuesta se basó indiscutiblemente en mi edad. ¿Acaso las personas jóvenes no pueden estar enfermas? Solo porque los hombres tienen mayor riesgo cardíaco, ¿se puede asumir, sin ninguna prueba contundente más allá del prejuicio, que una mujer joven no lo tiene? ¿No era el trabajo de ese cardiólogo primero evaluar el corazón y quizás después recomendar la interconsulta? Y finalmente, ¿por qué el primer comentario frente a un malestar físico en una mujer es enviarla a terapia? ¿Es que acaso no superamos la época en donde todo lo que rompía los cánones de salud y comportamiento en las mujeres era considerado histeria y, como tal, debía ser tratada desde la salud mental? 

En mi caso, el profesional no se detuvo a evaluar los síntomas desde otra perspectiva ni preguntar sobre mis antecedentes familiares. La única respuesta que me quiso dar este profesional fue terapia, sin siquiera tomarse la molestia de preguntar si ya estaba en algún tipo de tratamiento. 

Así como existe mi caso particular, existen muchos casos de otras mujeres alrededor del mundo a las que les sucede exactamente lo mismo. Hoy en día estos casos están teniendo cada vez más visibilidad a partir del uso de las redes sociales, en donde cada una puede compartir su propia experiencia. Esta visibilidad es importante para superar una comunicación basada en los prejuicios en los ámbitos médicos. Poner de manifiesto las experiencias, entender que la problemática personal es en realidad colectiva, nos permite adquirir las herramientas para avanzar hacia una comunicación inclusiva. Esta será la base  nos servirá para establecer ámbitos más respetuosos y empáticos. 

Como sociedad, debemos comenzar a otorgarle la importancia debida a este tipo de problemáticas que ponen en juego la salud y la vida de un sector considerable de la población. Es necesario desestructurar las instancias que siguen perpetuando estereotipos sobre el «sentir» de las mujeres y tomar las medidas correspondientes para terminar con esta situación de una vez por todas. Hablar sobre esto es el primer paso.

*En febrero y marzo de 2022, MODII facilitó el curso Comunicación inclusiva, parte 2. Se escogieron los mejores trabajos para publicarlos en esta página web y reconocer el esfuerzo de cada estudiante y la calidad de sus textos. Para MODII es un orgullo crecer en comunidad.