El término lesbiana es muy heterogéneo. Por un lado, se utiliza para referirse a mujeres que se sienten emocional, sexual y románticamente atraídas por otras mujeres. Pero, por otro, es un sinónimo de identidad personal y política. Por ejemplo, hay lesbianas que anteponen su identidad lésbica a su identidad como mujer. Este hecho hace que la palabra adquiera un concepto más amplio que no solo recoge una orientación sexual, sino que implica experiencias, historias de vida y corporalidades.
En sus orígenes, la palabra lesbiana era un adjetivo para referirse a las personas de Lesbos (Grecia). En 1870, pasó a utilizarse como un sinónimo de relación erótica entre mujeres con connotación negativa, pues era similar al término invertida, el cual se utilizaba en la época victoriana para calificar a las mujeres que mantenían relaciones afectivo-sexuales con otras mujeres. Estas eran consideradas como mujeres que tenían deseos sexuales masculinos y, por tanto, se calificaban como invertidas. No fue hasta la década del setenta que el término se generalizó en América Latina y en Europa, y adquirió el significado actual.
La palabra lesbiana tiene una connotación peyorativa cuando se utiliza como insulto: «puta lesbiana», «mira las lesbianas». Existen otras maneras peyorativas de referirse a las lesbianas como bolleras, tortilleras, tortas (caso argentino), areperas (caso colombiano) o invertidas.
Anteriormente, el término utilizado para referirse a mujeres que se sienten emocional, sexual y románticamente atraídas por otras mujeres era homosexual. Esta palabra ha quedado en desuso ya que servía para referirse a una patología médica y, en 2006, se incluyó como una palabra ofensiva en la guía de la Alianza Gay y Lésbica Contra la Difamación (Gay and Lesbian Alliance Against Defamation, GAAD).
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