Es un neologismo que se refiere al proceso desmedido de extracción o eliminación de bienes naturales comunes. No solo implica extraer componentes de la naturaleza con fines económicos, comerciales e industriales. También se refiere a un modelo de desarrollo, en el que las extracciones están asociadas con la acumulación de riquezas. Se pondera el dinero sobre el ambiente y sobre las formas de vida.
En los procesos extractivistas, suelen involucrarse una serie de agentes, como personas de la comunidad, corporaciones transnacionales y el gobierno. En la mayoría de los casos, las extracciones se exportan.
Algunas de las prácticas extractivistas pueden comprender la megaminería a cielo abierto, la explotación de hidrocarburos para expandir la industria petrolera y energética, la construcción de grandes represas hidroeléctricas o la expansión de los agronegocios.
Las críticas del extractivismo se centran en sus implicancias ambientales y sociales. En cuanto a lo primero, este modelo va en detrimento del ambiente. Preocupan los efectos sobre el cambio climático, la disminución de la biodiversidad, la contaminación del agua, la deforestación y el agotamiento de los suelos, entre otros efectos negativos.
Por su parte, las consecuencias sociales pueden abarcar condiciones laborales injustas e inseguras, una desigualdad en la distribución de las riquezas y el desplazamiento de otras economías locales y regionales. Por lo anterior, se puede inferir una relación entre el extractivismo y la posibilidad de enfrentar una crisis ecológica y social.
Por último, según la Fundéu, «extractivismo» es un término bien formado, que deriva de «extractivo». Este último significa ‘de la extracción o relacionado con ella’.
Referencias:
Extractivismo. Impactos y alternativas.
Diccionario del agro iberoamericano. Extractivismo.
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