Así como se reclama a quienes son garantes de derechos que las migraciones sean seguras, regulares y con respeto por la humanidad de las personas, también se reclama el derecho a no migrar. Es decir, que la migración no sea forzada por la pobreza, por desastres, por conflictos armados o por persecuciones, tanto a nivel interno como a nivel internacional.
El derecho a no migrar se presenta como una interpelación y una invitación a pensar la otra cara de un mismo fenómeno también desde una mirada de derechos, porque poder irse o quedarse en un lugar es el derecho fundamental a poder elegir.
Esta expresión surgió en los grupos de discusión y en las entrevistas realizadas durante la elaboración de este reflexionario, en contraposición al debate sobre las condiciones en las que las personas emprenden un proceso migratorio y sobre los derechos que tienen durante el trayecto y en el lugar de destino.