En el libro Hood Feminism de Mikki Kendall, se define como «la dependencia hacia la vigilancia, enjuiciamiento y encarcelamiento para resolver la violencia de género o sexual». De acuerdo con la autora, el feminismo carcelario se centra en la cultura de la retribución que, en vez de prevenir, ignora o justifica las atrocidades del sistema carcelario, tales como la tortura, la esclavitud o la violación.
Ignora también la manera en la que el sistema carcelario afecta principalmente a minorías raciales y étnicas, y castiga de forma desproporcionada a poblaciones marginalizadas que intentan huir de situaciones de abuso mediante la violencia.
Este término también se usa en plural, con el fin de reflejar la diversidad de enfoques y la heterogeneidad de integrantes del movimiento social.