Las preguntas vienen en oleada. ¿Por qué una misma palabra no significa lo mismo en femenino o en masculino? ¿Por qué la alternativa femenina siempre tiene un componente peyorativo, despectivo o de menor categoría? ¿Cuáles son las construcciones mentales que acompañan a estas palabras? ¿Por qué existe una definición para mujerzuela y no para hombrezuelo?
Si bien los esfuerzos a favor de la igualdad de género han logrado que se produzcan cambios en las definiciones de muchas palabras hacia un trato más igualitario, todavía queda camino por andar. Por convicción, y no por suerte, ya no se lee sexo débil en la definición de mujer ni gozar es conocer carnalmente a una mujer. Ahora bien, aunque la Real Academia Española ya no recoge acepciones con carácter peyorativo para estas palabras, ¿en qué pensamos al oír zorra o perra? ¿Es la misma representación en masculino para zorro o perro?
La igualdad será más sólida cuando no haya sexismo lingüístico y se logre una paridad léxica. Es decir, cuando le asignemos el mismo valor a las palabras, ya sea que se remitan a referentes masculinos o femeninos.